Tomás
miró por la ventana, ese famoso portal al exterior, que en algún momento de su
niñez parecía inalcanzable, se sentía como un gato encerrado en una caja de
zapatos. Esa ventana que a los 5 años era su “hoyito para respirar” 16 años mas
tarde se convertiría en su salida de emergencia.
Se
inclinó hacia fuera, como queriendo saltar, se dio el ocasional lujo de mirar
hacia abajo, de haber estado acompañado hubiera sido impulsado hacia atrás, y
posteriormente amonestado, no cualquiera se inclina en una ventana sacando el
cuerpo hasta la cadera. No fue amonestado, estaba solo.
Pero no
podía saltar, eso era de cobardes, a su criterio todo suicidio era señal de
debilidad, miedo y pánico, no era miedo a las alturas, si bien esos quince
pisos asustarían a cualquiera, Tom traía consigo estos pequeños ideales de
rechazo al suicidio incluso antes de que Tamara, su mejor amiga de la
adolescencia se envenenara con alcohol y pastillas, Tom no recordaba que
remedios había mezclado en su cóctel letal, (por lo que descarto aplicar la
misma receta sobre su muerte) ya habían pasado cuatro años de aquel suceso, ya
había superado el luto, pero siempre la recordó como una cobarde, como una
mujer débil, pensamientos por los cuales ni se presentó a su funeral (no quería
ni siquiera aproximarse a la oportunidad de expresar el abandono de Tamara
delante de todos sus familiares, su novio y sus demás amigos) a él le
preocupaba su odio hacia los suicidas, pero pronto dejo de importarle su
opinión de la debilidad… de la cobardía…
(salta)
(porque
él tenía pánico, el cual consumió toda su fortaleza)
Pánico
que fue reflejado en una carta-poema, a la cual le dedicó sus ultimas memorías,
sus ultimas palabras.
El
papel fue encontrado por su novia Michelle, 2 dias después del suicidio de
Tomás, estaba escondido en la funda de la almohada, lugar donde solía esconder
su marihuana que fumaba con Michelle los fines de semana. Hubo un día en el que
los vecinos habían llamado a carabineros, el cabo golpeó la puerta, vio a
Michelle semi desnuda atender a su llamada. El oficial la miro a los ojos, esos
ojos esmeralda que continuaban reluciendo incluso con las corneas enrojecidas
por el THC, el carabinero la miro y con un gesto frio, pero sumiso, le ordeno
que se vistiera para atender quien llama a la puerta, algunas personas podrian
espantarse al ver dos tetas preguntar “¿Qué desea?”
-Y
abran las ventanas, que el olor a hierba se siente hasta en el pasillo –dijo el
carabinero en voz bajisima, siendo cómplice del asunto- el Cabo desapareció
antes de que Michelle pudiera cerrar la puerta, una vez solos, con los reflejos
adormecidos abrió la ventana la cual unos meses después asistiría el suicido de
su novio, se acostó al lado de Tomás, quien había escuchado todo entre la
divagación de su cerebro, cediendo ante las hojas secas quemandose en el cigarro
ilegal.
-Tus
ojos son magia le dijo Tom, ella solo rió, una risa dulce, dopada, entre las
sabanas hicieron el amor hasta que se les fue el efecto del cannabis, siete
horas mas tarde.
“Tus
ojos son magia” eran las primeras palabras del escrito que Michelle encontró
esa mañana del 7 de marzo de 2013, por cada palabra que leía, ella lloraba una
lágrima, como una especie de intercambio que ni el poeta mas melancólico podría
interpretar.
La leyo
2 veces, desconsolada, iba por la mitad cuando comienza a rasgarla, con un
grito desde dentro, con la conciencia torturándola como a un ateo en un
calabozo de la inquisición. Los trozos de la carta cayeron como plumas en un
ascensor. El picadillo era tanto que dicha carta fue irrecuperable, físicamente
desapareció.
Pero hasta
el día de hoy Michelle no ha olvidado ninguna palabra
Tus ojos son magia
Magia pura mi amor
Incluso estando lúcido
Me hacen confundirlas con estrellas
Tus ojos son magia
Y ya lo sabías de antes
Que me han hechizado
Pero se me acaba el aguante
Michelle, hay tantas cosas que te tengo que
decir y tan poco el espacio de este papel, y tan poco tiempo que puedo
aguantar… miro a la ventana y quiero caer cual mierda de paloma sobre un auto,
sentir como crujen mis huesos y cartílago, y perecer, un suicidio divagado,
fríamente calculado, pero no te sientas culpable, aunque si estás leyendo esto,
lo eres, como la aprovechadora que siempre fuiste, marihuana no hay en mi
almohada, solo esta carta, solo papel… ingrata, derrotista, magia negra en tu
mirada.
Mis alas eran verdes, no color esmeralda. Te
amo mujer mala, a pesar de que tus intenciones eran solo las de un hada.
Por ello te digo solamente adiós, pásalo bien, después de todo, con todo lo que me quitaste, quedarían mas cosas mías con vida después de muerto, entre tus garras disfrazadas de sentimientos.
Te amo, como para llamar la atención
Tomás Rodriguez
Y por
muchos años Michelle lo lloró, con alegría, con pena, con odio, con amor, con
celos, con infinidad.
Y así,
con amargura, finaliza una historia más.
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