lunes, 11 de febrero de 2013

Muerte al paso conocido (Nota de suicidio ficticia)


             

Tomás miró por la ventana, ese famoso portal al exterior, que en algún momento de su niñez parecía inalcanzable, se sentía como un gato encerrado en una caja de zapatos. Esa ventana que a los 5 años era su “hoyito para respirar” 16 años mas tarde se convertiría en su salida de emergencia.

Se inclinó hacia fuera, como queriendo saltar, se dio el ocasional lujo de mirar hacia abajo, de haber estado acompañado hubiera sido impulsado hacia atrás, y posteriormente amonestado, no cualquiera se inclina en una ventana sacando el cuerpo hasta la cadera. No fue amonestado, estaba solo.

Pero no podía saltar, eso era de cobardes, a su criterio todo suicidio era señal de debilidad, miedo y pánico, no era miedo a las alturas, si bien esos quince pisos asustarían a cualquiera, Tom traía consigo estos pequeños ideales de rechazo al suicidio incluso antes de que Tamara, su mejor amiga de la adolescencia se envenenara con alcohol y pastillas, Tom no recordaba que remedios había mezclado en su cóctel letal, (por lo que descarto aplicar la misma receta sobre su muerte) ya habían pasado cuatro años de aquel suceso, ya había superado el luto, pero siempre la recordó como una cobarde, como una mujer débil, pensamientos por los cuales ni se presentó a su funeral (no quería ni siquiera aproximarse a la oportunidad de expresar el abandono de Tamara delante de todos sus familiares, su novio y sus demás amigos) a él le preocupaba su odio hacia los suicidas, pero pronto dejo de importarle su opinión de la debilidad… de la cobardía…

(salta)

(porque él tenía pánico, el cual consumió toda su fortaleza)

Pánico que fue reflejado en una carta-poema, a la cual le dedicó sus ultimas memorías, sus ultimas palabras.

El papel fue encontrado por su novia Michelle, 2 dias después del suicidio de Tomás, estaba escondido en la funda de la almohada, lugar donde solía esconder su marihuana que fumaba con Michelle los fines de semana. Hubo un día en el que los vecinos habían llamado a carabineros, el cabo golpeó la puerta, vio a Michelle semi desnuda atender a su llamada. El oficial la miro a los ojos, esos ojos esmeralda que continuaban reluciendo incluso con las corneas enrojecidas por el THC, el carabinero la miro y con un gesto frio, pero sumiso, le ordeno que se vistiera para atender quien llama a la puerta, algunas personas podrian espantarse al ver dos tetas preguntar “¿Qué desea?”

-Y abran las ventanas, que el olor a hierba se siente hasta en el pasillo –dijo el carabinero en voz bajisima, siendo cómplice del asunto- el Cabo desapareció antes de que Michelle pudiera cerrar la puerta, una vez solos, con los reflejos adormecidos abrió la ventana la cual unos meses después asistiría el suicido de su novio, se acostó al lado de Tomás, quien había escuchado todo entre la divagación de su cerebro, cediendo ante las hojas secas quemandose en el cigarro ilegal.

-Tus ojos son magia  le dijo Tom, ella solo rió, una risa dulce, dopada, entre las sabanas hicieron el amor hasta que se les fue el efecto del cannabis, siete horas mas tarde.

“Tus ojos son magia” eran las primeras palabras del escrito que Michelle encontró esa mañana del 7 de marzo de 2013, por cada palabra que leía, ella lloraba una lágrima, como una especie de intercambio que ni el poeta mas melancólico podría interpretar.
La leyo 2 veces, desconsolada, iba por la mitad cuando comienza a rasgarla, con un grito desde dentro, con la conciencia torturándola como a un ateo en un calabozo de la inquisición. Los trozos de la carta cayeron como plumas en un ascensor. El picadillo era tanto que dicha carta fue irrecuperable, físicamente desapareció.

Pero hasta el día de hoy Michelle no ha olvidado ninguna palabra

Tus ojos son magia
Magia pura mi amor
Incluso estando lúcido
Me hacen confundirlas con estrellas

Tus ojos son magia
Y ya lo sabías de antes
Que me han hechizado
Pero se me acaba el aguante

Michelle, hay tantas cosas que te tengo que decir y tan poco el espacio de este papel, y tan poco tiempo que puedo aguantar… miro a la ventana y quiero caer cual mierda de paloma sobre un auto, sentir como crujen mis huesos y cartílago, y perecer, un suicidio divagado, fríamente calculado, pero no te sientas culpable, aunque si estás leyendo esto, lo eres, como la aprovechadora que siempre fuiste, marihuana no hay en mi almohada, solo esta carta, solo papel… ingrata, derrotista, magia negra en tu mirada.
Mis alas eran verdes, no color esmeralda. Te amo mujer mala, a pesar de que tus intenciones eran solo las de un hada.
Por ello te digo solamente adiós, pásalo bien, después de todo, con todo lo que me quitaste, quedarían mas cosas mías con vida después de muerto, entre tus garras disfrazadas de sentimientos.

Te amo, como para llamar la atención
Tomás Rodriguez


Y por muchos años Michelle lo lloró, con alegría, con pena, con odio, con amor, con celos, con infinidad.

Y así, con amargura, finaliza una historia más.


Milton.


Segunda parte Muerte al paso conocido II

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