domingo, 28 de abril de 2013

Excusas para abrazar la perdición


Nota: Inicialmente títulado "Excusa para correr a la perdición", éste escrito lo comencé a escribir en junio-julio de 2010, en un momento llegué a tener grandes expectativas con éste material, llegó en su momento llegó a convertirse en un sueño mas grande como "escritor", pero el tiempo, la falta de ideas y el débil argumento de la trama para continuar con la historia generó desinterés y desmotivación y finalmente quedó sepultada, hasta el día de hoy. Quiero agradecer a todas las personas que me ayudaron en inspiración, motivación y/o apoyo para continuar con esta historia, que lamentablemente nunca conoció un final. Dejo acá el primer capítulo. de ésta historia que está inspirada en hechos ficticios y cualquier parecido con cualquier realidad no es mas que una rebuscada coincidencia

Dedicado con mucho cariño a Nikita Cárdenas y a Paz Vivanco.



Inexplicablemente, una conexión con mi alma, una especie de puente hacia mis sentimientos más guardados durante gran parte de mi adolescencia, fue llevándome hacia aquellas emociones que había desde ya hace tiempo evitado, que simplemente me daba inseguridad. Un montón de problemas que acarrea el llevar una relación seria con una persona, sobretodo a esta edad, sobre todo en estos tiempos, donde aquel sentimiento es desvirtuado y confundido, revolcándose al sexo pasajero, besos, palabras lindas, falsos “te amo” y a todas las demás manifestaciones pseudo-amorosas entre jóvenes como yo, revueltos en esa éxtasis que solo a ellos abstiene del asco, agradezco tener esa postura hacia el mundo exterior, ya que este mismo sentimiento me ha salvado de caer en aquellas garras de aquel depredador, que comúnmente cuando estamos sobrios le llamamos “Sociedad”.
Ante toda mi personalidad y postura seria por lo ya mencionado, me fue imposible no despertar transpirado a las 4am y con el corazón latiendo más rápido de lo normal, por culpa de aquel molesto sueño, que logró tocar las puertas de mis sentimientos más difíciles de alcanzar:
Observaba un valle, al comienzo del sueño pensé que sería víctima de un “Déjà visité”, luego pude ver una extraña silueta de una mujer, quizá mayor que yo, de espaldas, yo caminaba detrás de ella intentando alcanzarla, sin embargo ella se alejaba, sin mover nada, solo se alejaba al vacío interpretado como un paisaje descolorido, en el momento que me detuve, ella saltaba hacia mi con los ojos desorbitados, y llorando, como si fuera una película de terror, pero en vez de el típico grito que vemos comúnmente en los filmes gringos del horror, escuchaba un quebrado y dulce “Ayúdame, ámame”
Por culpa de esta manifestación, me costó quedarme dormido y desperté tarde para ir a mis monótonas clases, luego de salir de mi casa insultando a Morfeo, por ser el responsable de esa confusa noche. Se supone que una noche solitaria es sinónimo de paz y descanso, en esa madrugada me sentí como cualquier hombre agobiado por el sistema, definido como uno mas en un organigrama, cuya alma pertenece al crédito y su dignidad a DICOM.
Quisiera quejarme de mi vida, pero la verdad no puedo, a parte de ser un poco aburrida, y quizá tenga menos cosas que contar en comparación a cualquier otro chico cuya edad actual sean diecisiete, me gusta mi vida, fui capaz de crear mi propia burbuja y saber vivir en ella, solitariamente feliz, sin molestar ni ser molestado; aunque claro, tengo mi pequeña traba ante todo esto, que quizá me prive un poco de la libertad que anhelo a futuro: Uno que otro amorío pasajero y mis estudios en la enseñanza media, simplemente son una especie de agujero en mi camino, que aunque salte lo mas alto posible, voy a caer en este.
Por culpa de una mala decisión, fui cruelmente obligado (bueno, no pretendo hacerme la victima tampoco) a estudiar en estos recintos, similares a los mataderos -conocidos formalmente como “liceos”- con una pequeña diferencia a los demás: Te educan lo menos posible, te especializan en un área del cual difícilmente podrás triunfar (o incluso, difícilmente podrás vivir de aquello) y te dejan comiendo de la mano del sistema, es vilmente inteligente, el crimen perfecto, en cuanto a eliminar sueños y esperanzas se trata.
El día que ingresé, luego de sin siquiera haber elegido, sin siquiera esperar las consecuencias, con solo dieciséis años, creo que podría decir “tiempos aquellos…” en una especialidad bastante connotada, llamada secretariado, aunque también dicha carrera es conocida como asistente ejecutivo, para no dañar la virilidad de los pocos hombres existentes en esa área.
Podría desempeñar mas tiempo escribiendo vivencias que las horas en las cuales estas mismas ocurrieron con mi no tan querido curso, creo que fui alguien muy malo en una vida anterior, o el responsable de aquella tragedia es alguien muy malo que en una próxima vida va a pagar el triple por los males que me ha hecho (bueno, ahora si que quede como una víctima).
Es irónico tener que usar la indiferencia no como un método de vida –el cual llevo hace años- si no como única salida a tanto agobio al entrar a una sala llena de mujeres; cuando tu amor no correspondido no es la morenita de buenas caderas, ni la mayorcita de veinte que repitió su par de años, o la  rubia de ojos color cielo, o aquella niña cuyo pelo con rulos llamaba la atención hasta del tipo con menos testosterona, ninguna de ellas, el único amor no correspondido para mi era poder quedarme a dormir y poder pasar desapercibido el resto de la clase, cosa que nunca pude hacer –o despertaba por el griterío agudo de una masa rebosante de cromosomas XX, o me despertaba mi profesora (cuya combinación de cromosomas aún ignoro) con alguna pregunta o amonestación irrelevante para mi.-
No todo es negro o gris, hay cosas que agradeceré eternamente, aprender a entender el comportamiento femenino y darme cuenta que no hay mucha diferencia entre hombres y mujeres, el hacer cosas como revelarles un par de mañas masculinas, comprender completamente lo terrible que es la ovulación en las mujeres –aunque mi pensamiento de la mujer como un “Monstruo que menstrua” ya había eliminado de mi mente a los meses de estar ahí- supe entenderlas, no al ciento por ciento, a costa de mucho estrés y paciencia, pero ya nada importaba. Es mi ultima semana de clases y no hay nada que pueda evitar terminar bien el año.
-Su libreta, joven. –Fue lo primero que escuche al ingresar al recinto, al ver que tenía 20 minutos de atraso y que el reloj marcaba las 8:05am, fue frustrante, pero algo que esperaba, al salir de mi casa tarde y tranquilo, agradezco vivir lo suficientemente cerca como para poder irme caminando, por aquellas tranquilas calles que regalaban un momento de frío y paz.
Mi sonrisa que no logro ser destruida por aquel registro de atraso fue finalmente abatida al entrar en mi sala, como todos los días, fui despojado de mis ánimos y felicidad, por el simple hecho de sentarme muchas horas a llenar formularios, escribir cartas, hacer cheques y todo lo demás que hacen las secretarias.
Me senté bruscamente luego de excusar mi atraso, saludar a mis compañeras de mi periferia, salvo en el puesto vacío donde dejo mi mochila en señal de “prohibido estacionarse” el cual fue infligido por la única capaz de tirar mi bolso al piso y sentarse al lado mío con una linda sonrisa, es Valentina, mi mejor amiga del liceo, quien me saludó con un beso en la mejilla luego de llegar un par de minutos mas tarde que yo.
Valentina es de las pocas mujeres, de esas que si hubiera más de 100 millones de ellas en el mundo, o te vuelves homosexual, o te vuelves un mujeriego frustrado, tiene un carácter fuerte sumado con una apariencia bastante guapa, con poca paciencia, aunque es la que más me entiende y la que me logra tolerar.
-¡Hola estupidito! –me llama citando aquel calificativo que usa para referirse con ternura hacia mi persona.
-¡Hola! –le respondo con gracia.
-¿Cómo estás?, Paulito –Me pregunta, recurriendo a mi segundo y minimizado apodo.
-Mas o menos, algo cansado –me preparo para dar paso a contarle mi confuso sueño.
-¿Qué te pasó? –es ahí cuando tengo el verdadero permiso para contar mi chocante alucinación nocturna.
Le cuento detalladamente aquel sueño, desviando la atención de ambos ante la clase de Gestión Secretarial, procedo paso por paso a contarle mi intangible vivencia, ella escuchaba atenta, pero escéptica, su mirada cambio cuando llegué al clímax de esa indolora escena.
-¡Eres raro! –Me dice con una risa espontánea.
-No, ¡tú eres la rara! –me defendí infantilmente.
Una torpe e inocente risa termino por salir de mi interior, sentí alivio al contarle mi sueño a alguien, y como era alguien cercano y querido, como en el caso de Valentina, fue más fácil y gratificante.
-Puede significar algo –me dice luego de cesar las risas.
-Espero que no sea tan literal, no soportaría que alguien me este pidiendo ayuda y amor mientras se me tira como un demonio o algo así… -digo pensativo.
-Probablemente la niña de tu sueño necesita ayuda… e hizo eso involuntariamente.
Esas palabras de alguna u otra forma supieron dar en el clavo, probablemente Valentina tenia razón, esto puede que signifique algo, y creo que mientras no lo sepa voy a ser perseguido por la incertidumbre, no sabía si era peor no saberlo, saberlo o verlo manifestado.
-¿Cómo estás tú? –Le dije mientras intenté disimular un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
Y así, las horas de clase y recreos de aquella mañana lunes del mes de diciembre pasaron volando fugazmente, con mi amiga conversando de cosas sin mucho sentido, horas en las que le hacía perder la paciencia con pendejadas que sólo a mi se me ocurrían, a pesar de que las palabras “ayúdame, ámame” venían a mi mente en forma de susurro inexistente, fue un día extrañamente grato, en compensación la amarga noche anterior.
Al salir de clases, no pude resistirme a observar la Plaza de Armas, la cual era completamente visible desde la entrada de mi liceo. Sonrío malévolamente cada vez que miro aquella plaza, como su finalidad ha sido desvirtuada por los años; las salidas familiares dominicales empezaron a buscar otro lugar donde ir, o inclusive a dejar de salir, a causa de que la Plaza de Armas ya no era esa manzana deleitante en el cual te podías quedar a observar el cielo, a relajarte al lado de alguien, el no haber podido gozar de eso y solo escuchar que aquel lugar era legendariamente tranquilo, me daba un rechazo pseudo-sadomasoquista, ver como la afamada sociedad fue destruyendo su contorno, grupos de gente fumando marihuana a vista y paciencia de todos, posibles delincuentes con sueños vendidos a los narcotraficantes. O ver al niño malcriado de la madre soltera con las raíces negras de su rubio pelo, raíces negras aparentando algo que no es…
En ese momento pude notar como Valentina, quien me estaba dejando atrás me llamaba a gritos para que nos fuéramos juntos, como es de costumbre la fui a dejar al paradero de micros, luego de quince o veinte minutos finalmente pasó el bus del Transantiago, ella se acercó a despedirse con el típico beso en la mejilla.
-Ayúdame, ámame –me dijo suavemente en el oído.
-¿Acaso tú…? –dije tartamudeando, me costaba creer lo que estaba pasando.
-¡Tonto huevón! –me dice largando una carcajada que llamo la atención de toda la gente del paradero- ¡Realmente ese sueño te afectó!
-¡Es que vos sos una PERRRRA!–le dije imitando el acento argentino y largándome a reír- vete ya, la micro se te va a ir.
-Chao –me dice con una sonrisita a tan común de ella.
-¡Bye bye! –le digo mientras sube a la micro.
Caminé las cuadras restantes hacia mi casa, me di media vuelta en vano, esperando ver la micro que tomó Valentina, seguí caminando ignorando mi entorno y encerrándome en un dulce coctel de metáforas y pensamientos hacia la vida.
Lo único que recuerdo de ese momento trivial fue a un perro callejero que rompía una bolsa de basura intentando alimentarse, lo mire a los ojos con lástima, un perro miserable que probablemente fue abandonado por una familia cuya mascota no era mas que el reflejo de lo desgraciada que era esta. Y como recompensa a la instintiva bondad del canino: ser libre de esa infelicidad ajena para vivir la propia es algo irónico, y que de alguna forma no encaja con las inexistentes emociones de un animal. Miré en mi bolso con intención de buscar algo para darle de comer, mi única reacción fue volver a mirar al perro con cara de “lo siento, no tengo nada” y seguí caminando con un cruel pensamiento en mi mente: “buen provecho”.
Llegué temprano a mi casa, la falta de apetito me llevó directo a mi cama, seguía siendo amedrentado por este sueño protagonista de mi malestar psicológico. Y de alguna forma las cosas no pueden seguir así, creo que una buena taza de café y unas horas en el PC podrán limpiar mi mente aunque sea momentáneamente, después de todo, sólo fue un sueño y debo agradecer que así fue, esta noche probablemente sueñe algo grato y habré olvidado aquella fatídica madrugada del lunes.
Estoy asustado, la misma mujer, el mismo paisaje, la misma actitud, la misma extrañeza, las mismas palabras “Ayúdame, ámame”. Exactamente el mismo sueño, semejante al anterior en cada una de sus imágenes y sonidos. La única diferencia a la otra noche fue que ya no pude seguir durmiendo, me levanté de mi cama, salí al patio de mi casa con pantuflas y me puse a mirar el cielo, tenía miedo, esta pesadilla me está persiguiendo definitivamente. Y me atrapó vulnerablemente, y ahora no tengo orientación alguna sobre que hacer. Se estaba desencadenando en mí, un sentimiento de interés hacia alguien que ni siquiera podría existir.
Como no seguí durmiendo, me vestí mas temprano que de costumbre, y cuando salí de mi casa, eran las 7:00am, empecé a caminar más rápido de lo normal, y cuando llegue al liceo, por fuera se veía casi sin gente, por lo que decidí ir a dar una vuelta a la Plaza de Armas, una vez ahí, adentrándome esperando alguna señal, algo que finalmente pudiera darle un rumbo a mi situación.
Me senté en una de las bancas de esta plaza confundido, me quede observando un árbol cuya especie desconozco, como esperando a que me fuera a decir algo. Aquel momento, en esos pocos metros que me separaban de ese árbol, mi cabeza comenzó a tambalear lentamente y fui perdiendo la consciencia poco a poco, y ya no me había dado cuenta cuando me acomodé usando mi bolso para intentar recostarme, y aquel árbol comenzó su danza hipnótica y caí en un profundo sueño.
El canto de un ave fue lo único que pude oír cuando me logré ver a mi mismo durmiendo, me veía tan sereno, ahí estaba yo observándome desde la cima de aquel árbol, en donde estaba yo, empiezo a suponer que era un sueño, y realmente me siento feliz de que lo sea, ya no volví a lo de esta madrugada, hasta que en un momento, logre ver a una mujer, exactamente la misma del sueño, solo logro acordarme de su cara cuando estoy soñando, era exactamente ella, caminaba por la plaza en dirección a mi cuerpo dormido, vestía de rojo, vestía formal, bastante sensual, pero no me importó tanto como el hecho de verla a ella misma, con una mirada mas normal que la del primer sueño, a los pocos segundos de observarla ya estaba al lado de mi otro yo, desde arriba miraba atento a lo que ocurría, se acerca al lado de aquel banco, me acarició mi mejilla, y me beso esta misma, y yo desde lo alto no me lo podía creer, lo único que quería era sentir aquel beso, entonces ella se levanta levemente y me mira a los ojos, no a los de mi otro yo, si no que a mi, desde arriba, luego de largar una risa muy tierna se acercó rápidamente al árbol que usé como torre de vigilia en aquel momento, del bolsillo de su camisa sacó un lápiz y se puso a escribir o dibujar algo que me era imposible ver desde la altura, mientras buscaba la manera de bajar del árbol, vuelvo a mirar y ella ya no estaba, y yo comenzaba a verme despertar. “Tengo que ver lo que escribió en ese tronco” fue lo ultimo que paso en mi mente antes de empezar a salir de ese trance somnífero.
¿Dos sueños en uno?... Molestia, confusión y rabia fue lo que sentí al despertar y encontrarme en mi cama, sudado y desorientado, mire la hora y eran las 1:30p.m. no sé desde cuando comencé a soñar, me quedé dormido para ir al colegio y me levante enrabiado al baño, mientras me lavaba los dientes, aun molesto por faltar a clases, aunque mis notas y asistencia no están tan malas, pero me daba remordimiento pensar que deje sola a Valentina, no por ella, si no por el tremendo reto que suele darme ella cuando falto, palabras acompañadas de insultos como “ahuevonado” “imbécil” y cuando anda de buenas suele sacarme la madre, pero se que no lo hace con mala intención, creo que es una de las formas que ella recurre cuando de preocuparse por mi asistencia o manifestar nuestro cariño se trata, es una gran amiga a quien le debo mucho y un par de groserías son como un aliño que le da sabor a nuestra relación.
“Tengo que ver lo que escribió en ese tronco” fue algo que volvió a pasar por mi mente, y claro, seguía desorientado incluso de darme cuenta que esa noche soñé toda una mañana, había algo en mi que me incito a ir a ver aquel árbol, con la fe de encontrar la respuesta a mis sueños, me vestí rápidamente, me golpeé en el pié con la pata de mi cama mientras iba por mis zapatillas, el dolor era lo suficientemente grande como para darme cuenta de que ya no seguía soñando, salí a las 2:00p.m. de mi casa, a paso rápido y vestido de civil, no tenía tiempo para dedicarme a disfrutar de la soledad de esas calles vacías, tenia mucha prisa, como nunca antes en mi vida, de llegar a la Plaza de Armas, me sentí como un chico atrasado a la primera cita con la chica que le gusta, no me dí cuenta cuando me puse a correr para llegar, como si el árbol ese fuera a irse a alguna parte, eran aproximadamente las 2:07 cuando estaba llegando a la plaza, sin embargo a esa hora exactamente estaba Valentina, con su uniforme, recién saliendo de clases, en ese momento, quedé frente a ella sin saber donde meterme.
-No voy a preguntar porque no viniste –me dice molesta.
-¡Ay Valentita! –le digo cariñosamente- tuve una terrible noche y me quedé dormido, lo siento.
-Por lo menos podrías ir a dejarme al paradero –me dice desviando la mirada molesta mas por haberle dicho “Valentita” que por haber faltado a clases.
-De verdad perdóname nuevamente, estoy algo apurado y necesito hacer algo sumamente importante –le explico.
-¿Qué cosa? –me pregunta curiosa.
-Mañana te cuento –le digo entusiasmado.
-Bueno oye, anda luego a hacer tu huevada antes de que llegues tarde –me dice cortantemente.
-¡Mañana nos vemos! –Le digo mientras me despido con un beso en la cara.
Seguía avanzando hacia la plaza, casi le pido a Valentina que me acompañara, pero me arrepentí, quizá simplemente todo sea una falsedad y al igual que el primer sueño, me lo estoy tomando seriamente, cosa que nunca antes me había pasado con un sueño, de hecho, nunca antes me había interesado tanto una cosa en particular. Crucé la calle y ya estaba en la Plaza de Armas, recordaba exactamente donde estaba el árbol de mi sueño, ignorando a los grupos de “flaites” que abundan en esta plaza, fui adentrándome cada vez mas en esta, hasta que pude divisar la misma banca, el mismo árbol con el mismo tronco en el cual estaba el presunto mensaje de la chica de mis sueños (literalmente).
Una vez frente al árbol mi autoestima cayó por el piso y grité fuerte dentro de mi al notar que el único texto de ese árbol decia “pico pal que lee”  con una caligrafía simplemente asquerosa.

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